Un artículo de Juan Manuel Segura Ferrer y César Valero Segura.

Publicado en Péndulo. Papeles de Bastitania, en el nº 21, correspondiente a 2020.

Preparado para la edición digital (presentamos fragmentos del artículo) en la Revista De Lectio. El texto del artículo completo -editado en la Revista Péndulo- se presenta al final de esta página.

Resumen: La capilla, y las casas de los Arredondo, a pesar de las alteraciones y mutilaciones sufridas a lo largo de los siglos, constituyen dos ejemplos destacados de arquitectura civil y religiosa de los siglos XVI y XVII en la ciudad de Baza.

Palabras claves: Siglos XVI-XVII. Mudéjar, Renacimiento. Arquitectura religiosa y civil. Capilla, casa. Los Arredondo. Pedro Arredondo, Catalina de la Jara. Maese Miguel Pascual, Alonso de Medina, Simón Martínez y Bartolomé de Alvarado.

Iglesia de Santiago

Templo en donde se encuentra la capilla de los Arredondo.

Iglesia de Santiago (Baza, en donde se encuentra la capilla de la Encarnación).
Fotografía de http://sanjuanypiedad.blogspot.com/

Comenzamos la presentación de fragmentos del artículo de Juan Manuel Segura y César Valero, por el apartado de la plaza de San Juan, ya que se trata de un lugar emblemático para la historia de Baza y porque allí se ubican (desde hace siglos) las casas de los Arredondo.

ML, editora de la Revista De Lectio.

La plaza de San Juan

    Tras la Reconquista se consolidó definitivamente el que fue uno de los enclaves más importantes de la ciudad hasta el último tercio del siglo XX: la plaza de San Juan y calles adyacentes (Zapatería, Tenerías…), el auténtico centro comercial, artesanal e industrial de la Baza nazarí y cristiana junto a otros dos enclaves secundarios: la plazas Menor (Magdalena) y Mayor de la Medina y la calle del Agua en el barrio de Santiago. Ya ha desaparecido por completo de este espacio público su antigua vitalidad como lugar por excelencia del comercio y de encuentro ciudadano, escenario de grandes celebraciones y ceremonias, tanto civiles como religiosas.

Plaza de San Juan. Fotografía de Baza Turismo

     En la plaza, y calles anexas, se encontraban algunos de los establecimientos hosteleros más importantes de la urbe en el siglo XVI (el mesón de Juan Pérez y la primera alhóndiga municipal -calle de la Zapatería, a escasos metros-) . La mayoría de los bajos de los edificios asomados a este espacio público estuvieron dedicados a comercios y a talleres de artesanos. El cabildo era dueño de algunos de ellos. En 1752, cuando se realiza el Catastro de la Ensenada, se afirmaba que en la plaza había trece portales tienda, diez pertenecientes al convento de la Merced y tres a los propios de la ciudad . Aquí se encontraba una de las tres tiendas de aceite del consistorio. Tan importante era este enclave que una de las primeras sesiones del cabildo bastetano, tras la Reconquista y antes de levantarse las casas consistoriales, se realizó en uno de los edificios situados en esta plaza .

Plaza de San Juan. Fotografía de Baza Histórica

La Iglesia de San Juan

Iglesia de San Juan. Fotografías de Turismo Granada

Los Arredondo

Los Arredondo, linaje de hidalgos y ganaderos, oriundos del valle de Ruesga (Cantabria), se convirtieron en una de las familias más relevantes de Baza en la Edad Moderna, estableciéndose en nuestra ciudad desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX, momento en que desaparecerá su apellido del elenco de la nobleza bastetana por la extinción de sucesión masculina.

[…] Será Pedro Arredondo, uno de los representantes de la segunda generación documentada, el que llegue a despuntar en el horizonte económico local, en el tránsito de los siglos XVI y XVII, atesorando el patrimonio necesario que le permitió financiar la construcción de una de las capillas más notables del primer tercio del seiscientos en la ciudad. En este artículo profundizaremos en esta ilustre estirpe y en las construcciones más destacadas de una de las dos ramas de la familia en Baza: su capilla y sus casas en la plaza de San Juan. Igualmente esbozaremos un recorrido de la trayectoria de esta dinastía bastetana desde su llegada, en el quinientos, hasta mediados del ochocientos, un total de seis generaciones[1].

Orígenes

    Este linaje proviene de una notable familia asentada en Úbeda (Jaén). Creemos que son descendientes de Hernán García de Arredondo[1]. En el expediente de probanza de nobleza del bastetano Diego Arredondo Puerta (1700) se afirmaba que sus antepasados fueron caballeros hidalgos descendiente de la casa infanzona y solariega de Arredondo en el valle de Ruesga. Otro integrante de esta estirpe, Francisco Carlos Arredondo, en un expediente de nobleza de 1719, aseguraba que pertenecía a una de las primeras familias de la ciudad, descendientes de los que la reconquistaron, cristianos viejos, limpios de toda mala raza de moros y judíos[2]. Antes de seguir debemos señalar que el apellido de las primeras generaciones que aparece en los documentos consultados es el de Redondo, probablemente un error de los escribanos a la hora de anotarlo. En este artículo los denominaremos con su apellido primitivo, el de su localidad de origen.

   Los datos localizados apuntan a que esta dinastía es descendiente de Lope García de Arredondo, quien llegó con sus hijos a la conquista del Reino de Granada, estirpe sobre la que ha escrito el historiador Ginés de la Jara. El hijo mayor regresó a su localidad de origen, el pequeño falleció en la Reconquista y el mediano, Hernán García de Arredondo, quedaba herido y se le evacuaba a Úbeda (Jaén), dónde se asentó y contrajo nupcias con María de Valenzuela, fundando en dicha ciudad la saga ubetense[3].

Las residencias de los Arredondo

    La familia contaba con dos inmuebles en esta plaza, una casa principal y otra accesoria. Centraremos nuestro estudio en la descripción de las fachadas de ambos inmuebles pues no hemos podido acceder al interior de los mismos.

Plaza de San Juan (1925). Litografía V.H. Bailley. Copia de los autores del artículo.

La casa principal

   Se levantó este inmueble a finales del siglo XV o principios del XVI en el testero de poniente de la plaza, desconociéndose quien lo construyó. Podría ser la residencia de Pedro Redondo (1523-1553), destacado ganadero y hombre de negocios comentado en la introducción de este artículo o quizás fue una construcción adquirida o heredada por algún integrante del linaje de los Arredondo.

Fotografía de los autores del artículo

    Sobresale en el conjunto del caserío de este espacio público por ser una construcción destacada en altura y anchura y por su gran balconada con pretil de celosía, elemento este último que quizás delate su origen, residencia de una familia de moriscos. No debemos obviar que fue en esta parroquia dónde se concentraron la mayoría de los moriscos locales, convirtiéndose la parte alta de este arrabal en la Morería bastetana, destacando entre los integrantes de dicha comunidad algunos mercaderes especialmente emprendedores y acaudalados que se establecieron en la plaza de San Juan y calles anexas[1].

   Estamos ante uno de los escasísimos ejemplos conservados en la urbe de casas con balconadas de madera en la fachada, al ser eliminadas la mayoría de ellas tras la obligación de demolerlas en el primer tercio del siglo XVI, siguiendo lo señalado en las disposiciones de la corona que ordenaban quitar todo saliente sobre las calles, en especial los balcones corridos de madera. En 1530 Carlos I restableció nuevas ordenanzas por las que se prohibía la construcción de cualquier saledizo, vuelo o balcón sobre las calles, como medida de salubridad, ya que la profusión de estos cuerpos volados evitaban el soleamiento y la ventilación de las vías púbicas.

Fotografía de los autores del artículo

    Su composición arquitectónica es la expresión plástica de la arquitectura popular del paso de la ciudad medieval a la moderna, fruto de una singular simbiosis de elementos de gusto mudéjar (canes de proa, celosías) con otros renacentistas (zapatas en forma de S) que son al fin y al cabo la esencia del mudéjar.

   Se trata de una mansión sobresaliente capaz de mostrar a sus convecinos el nivel social y económico alcanzado por sus propietarios, especialmente visible en la fachada principal y en la decoración interior, con estancias revestidas por un mobiliario y objetos diversos que, a juzgar por los inventarios, la dotaron de cierta fastuosidad y lujo.

     El inmueble que estamos viendo fue la casa de una de las ramas de los Arredondo desde el siglo XVI o XVII hasta mediados XIX, momento en la que la última poseedora, María Dolores Navarrete y Arredondo decido dejarla en herencia a Antonio Zaguero[2].

Corredor principal. Fotografía de los autores del artículo

Fachada principal

    Antes de comenzar hemos de señalar que la casa disponía de dos fachadas, una principal asomada a la plaza y otra secundaria orientada al sur, a un callejón sin salida, cegado en la actualidad.

    La fachada se configura de acuerdo a un modelo bastante común. Edificio de tres plantas de marcada horizontalidad cuyos vanos se distribuyen en dos ejes verticales. Las fachadas principales solían reflejar, junto al salón noble y el patio, el mayor interés arquitectónico y ornamental de este tipo de construcciones civiles.

    Su planta baja, notablemente más alta que la mayoría de los edificios de la plaza (especialmente en relación a los que tiene a su derecha), está abierta al exterior a través de tres vanos, hoy alterados. En el centro, marcando el eje, la puerta de acceso a la vivienda y a ambos lados lo que suponemos eran los dos locales comerciales que disponía este inmueble a lo largo de la Edad Moderna y parte de la Contemporánea[3]. La dependencia actual de la derecha ha desempeñado hasta hace poco tiempo las funciones de taller de una carpintería durante gran parte del siglo XX. 

Celosía. Fotografía de los autores del artículo

   En el piso noble la gran balconada de madera ocupando la longitud de la fachada, mostrando una marcada intencionalidad escenográfica al acoger en ella los dos vanos de la planta principal, siguiendo los modelos de balcones corridos destinados a alocuciones públicas. El balcón es, además de un elemento funcional, un signo de distinción social.

   Estamos ante un notable mirador asomado a vía pública desde el que los residentes se imbricaban en la vida pública, permitiéndole observar el devenir de la plaza principal del mercado bastetano y presenciar festejos de distinta índole, fundamentalmente religiosa, caso de los espectáculos taurinos celebrados con motivo de las fiestas parroquiales de San Juan y los de la feria en honor a la Virgen de la Piedad[4].

Pie derecho central. Fotografía de los autores del artículo

    De las esquinas, y del centro del corredor, se elevan tres pies derechos coronados por zapatas de perfil en S, dividiendo el balcón en dos tramos. A media altura, sobre la barandilla, los pies derechos se aclafanan en sus cuatro ángulos, finalizando el biselado al aproximarse a las zapatas.

El salón principal de la casa se abre al balcón corrido a través de dos puertas adinteladas cuyos vanos presentan un ligero derrame, abocinamiento de dintel y jambas hacia el interior[1].

    Se remata el corredor con un alero de madera claramente mudéjar con canecillos en forma de quilla sin ninguna decoración y techumbre de madera tapada en la actualidad bajo un doble techo.

    Sorprende que en la fachada no esté el escudo de la familia, quizás retirado tras la venta del inmueble. En la Edad Moderna, periodo histórico dónde proliferaban las ejecutorias de hidalguía, un blasón de armas exhibía la nobleza de un linaje ante el pueblo, exponiendo ante el mismo, que se trataba de una estirpe de reconocida nobleza[2].

    El segundo piso debió configurase de igual forma, a través de un corredor, cerrado en la actualidad [3]. Al tabicarlo, al cegarlo por necesidades funcionales, se ampliaba el espacio interno de la vivienda, se creaba un reducido cuarto que complementaba o suplía algunas funciones, zona de almacenamiento, lugar dónde se ponían a madurar y a secar diversos productos y/o simplemente trastero, desván…[4].  No debemos olvidar que la plaza de San Juan está enclavada en un barrio dónde la economía fundamental, a parte del comercio, era la agropecuaria, en la que los espacios de almacenamiento y secado de productos agrícolas se integraban en forma habitual dentro del volumen de la vivienda. No debemos obviar que los Arredondo contaban a mediados del siglo XVIII con 229 árboles frutales y 114 parras, siendo las uvas la base de su caldera de aguardiente y del vino elaborado en su lagar.

    Queda coronada esta planta por un alero de terminación mudéjar, canecillos en forma de quilla sin ninguna decoración, habiéndose sustituido parte de ellos por otros de líneas rectas en los últimos años[5].


[1]. Quedando sólo el grosor del paramento en las esquinas y en el centro, en el espacio existente entre ambas puertas. Esta solución aligera el grosor del muro y aumenta ligeramente la anchura del corredor.

[2]. Quizás no le pusieron el escudo por ser una casa comprada, no levantada por la familia.

[3]. Desconocemos si esta planta pertenece al primitivo edificio (lo más probable) o es una ampliación posterior tras convertirse en residencia familiar. En algunas fotografías antiguas se puede apreciar un desnivel en paramento, lo que parece la baranda del corredor y algunas líneas verticales que podrían corresponderse con los pies derechos. Una buena intervención de restauración podría aclararlo definitivamente.

[4]. El exterior esta revocado con enlucido de yeso en el que se pueden apreciar (paramento inferior derecho) algunas líneas horizontales y verticales que se corresponden con esgrafiados de “opus quadratum”, falsa cantería, jugando con una arquitectura fingida, quizás obra realizada tras el cerramiento del corredor. El hecho de decorar así la fachada, dotaba al inmueble de mayor prestancia y singularidad, hecho que desconocemos si fue usual en la Baza de la Edad Moderna, aunque hoy en día se ven restos en el muro de levante de la torre del palacio de los Enríquez, el edificio civil más destacado de la ciudad y en otros edificios religiosos. El uso de la falsa sillería fue habitual en muchas regiones desde la Edad Media para intentar ennoblecer algunas construcciones realizadas con materiales pobres.

[5]. En la última intervención realizada hace pocos años, sustituyeron algunos de los canecillos mudéjares por otros normales.

La casa accesoria

Muchas casas principales de Baza, en la Edad Moderna, contaban con una accesoria, edificio que solía estar adosado. En algunos documentos el inmueble que veremos a continuación aparece denominado con dicho nombre.     En la primera mitad del siglo XVIII la casa pertenecía a María Manuela Arredondo  Cepero, monja del convento de Santa Isabel de los Ángeles. A mediados de dicha centuria se convirtió en la residencia de Juan Manuel Arredondo Hidalgo, racionero de la Abadía bastetana y sobrino de la anterior. [………]

La fachada principal

   Fachada de formato vertical compuesta por tres cuerpos y dos calles o ejes, potenciado el piso principal por el mayor saliente de los balcones y por la utilización de molduras de orejetas. Conserva de la arquitectura tradicional los paramentos extraordinariamente planos y la indiferenciación de las plantas con molduras de imposta. 

   En la planta principal dos balcones con solera moldurada y escalonada[1]que parecen estar siguiendo, en líneas generales, las soleras de las ventanas-balconeras del segundo cuerpo de la torre de la iglesia colegial, los cuales debieron trazarse en la década de los sesenta del siglo XVIII, siendo los de esta casa de mayor volumen. En este sentido, no debemos olvidar que Juan Manuel Arredondo trabajaba para dicho templo cuando se realizó la remodelación definitiva de su torre-campanario (1760-1764). Sus barandillas se estructuran en diecisiete barrotes de frente y dos de lado, decorando el eje central con cuatro ces contrapuesta y las esquinas con eses.

    En las segunda planta los vanos de los balcones están recortados limpiamente sobre el muro y sin molduras (hoy pintadas), siguiendo una tipología que recuerda la puertaventana, una solución menor de balcón, resultado de aplicar una barandilla a una ventana, abierta a la altura del pavimento, a manera de antepecho de media altura embutida en el muro. Se estructuran en ocho barrotes cuadrados de frente adornados con simples anillas en su centro.

    El último piso, de menor altura que los de las plantas inferiores, posee ventanas apaisadas recortadas limpiamente sobre el muro, siguiendo los dos ejes verticales de la fachada. Se corona el edificio por un discreto alero de madera con canecillos con terminación en ese.


[1]. La de la izquierda ha sido eliminada. Se pueden apreciar claramente en fotografía antiguas.

Uno de los balcones de la fachada. Fotografía de los autores del artículo


[1]. SORIA MESA, E., Señores y oligarcas: Los señoríos del Reino de Granada en la Edad Moderna. Granada: Universidad, 1997, pp. 181-182.

[2]. Quizás algunas de estas familias sean foráneas.

[3]. Hija de Juan de Arredondo y Juana de la Jara.

[4]. El abogado Melchor de Escobedo casó con Leonor de Malagón, dejando cinco hijos pequeños tras su fallecimiento (Tomás, Melchor, Jacinto, Jerónimo y Victoria). El 12 de abril de 1697 Melchor de Escobedo, el heredero, otorgaba testamento, legando todas sus propiedades a sus primas Tomasa y María de Escobedo, dejando contemplado que tras la muerte de éstas el mayorazgo y demás propiedades habían de pasar a su sobrino Francisco de Arredondo y Cepero, sucediéndole su hermano Diego si este no tenía descendencia. Tras el fallecimiento de la última descendiente de la estirpe, María de Escobedo, este último mayorazgo pasó a Clara de Vergara, pleiteando los Arredondo por considerarse merecedores de tal herencia.


[1]. Quizás la de los Lara o la de Ginés Moreno, hecho que futuras investigaciones podrán corroborar o desechar. Nos referimos a Diego de Lara y al ganadero y comerciante Ginés Moreno. Como otros miembros de la oligarquía local los primeros, los Lara, siguieron con la estrategia de diferenciación social del resto de su comunidad de origen musulmán, en un deseo de integrarse en la clase dominante. Conseguirán ser considerados como “cristianos viejos” tras su conversión voluntaria antes de 1500, lo que conllevó importantes ventaja.

[2]. En el siglo XVIII la casa pertenecía a la familia Arredondo y pagaba varios censos, uno a las memorias fundadas por Teresa Enríquez y el otro a la capellanía fundada por Baltasar de Aguilar. Desconocemos cuando habitaron los Arredondo por primera vez esta casa, si en el siglo XVI o ya en el XVII.

[3]. La apertura primitiva de vanos podría guardar relación con los del corredor del gran balcón. Desconocemos si la entrada a la vivienda se realizaba desde la plaza o desde un callejón lateral (actualmente cegado).

[4]. TRISTÁN GARCÍA, F., “Las fiestas oficiales en la Baza del siglo XVI”. En: Iglesia y sociedad en el Reino de Granada (ss. XVI-XVIII). Universidad de Granada, 2003, p. 408.

La capilla de la Encarnación

Iglesia de Santiago. Fotografía de José Ramón Rojo en Granadapedia

    Durante toda la Edad Moderna los integrantes más relevantes de la élite local construyeron hermosas capillas en las que enterrar a sus difuntos, lugares bien visibles por el pueblo, dónde se exponía el poder de la familia ante el resto de la población. Los Arredondo disfrutaron de dos notables capillas, siendo la situada en la parroquia de Santiago, el panteón principal del linaje.

Pedro Arredondo y Catalina de la Jara, los fundadores

    Las primeras generaciones de los Arredondo estuvieron involucradas en la ganadería, uno de los negocios más rentables de la Baza de la Edad Moderna, convirtiéndose en destacados ganaderos del norte del Reino de Granada, siguiendo la estela de otros señores locales. La ganadería, y sus derivados, fue uno de los campos económicos en los que despuntó nuestra ciudad durante este periodo histórico. Según cálculos del historiador Francisco Tristán, entre una quinta y una sexta parte de la población cristianovieja se dedicaba al sector ganadero o a sus industrias derivadas en el siglo XVI[1]. En una coyuntura económica favorable, con creciente demanda y elevación de precios de la lana y la carne, el comercio de ganado produjo grandes ingresos.

    En la década de los setenta Pedro Arredondo contrae matrimonio con Catalina de la Jara, doncella perteneciente a una ilustre familia asentada en Huéscar, aportando el caballero un capital de 28.163 reales en bienes muebles, ganado, viñas, tierras y otras cosas, contribuyendo dicha dama al matrimonio con una dote (ajuar, ganado, etc.) de 700 ducados, escriturada en la ciudad de Huéscar ante el escribano Juan González[2].

     Dicho señor disponía de numerosas propiedades agrarias, tierras de cultivo distribuidas por varios pagos locales (Zoaime, Salomón, Pachan), entre ellas varios viñedos de 4.250  y 8.386 viñas.

    En su testamento don Pedro dejaba como herederos universales a siete de sus sobrinos. En primer lugar señala a los cuatro hijos de su hermano Diego (Pedro, Diego, Juan y María), a continuación menciona a Pedro y Sebastián de la Plaza Bravo, hijos de una de sus hermanas y por último señalaba a María Hurtado, hija de don Juan Hurtado y Catalina Izquierdo[3].

    Antes de fallecer los hijos de su hermano Diego tenían varias cuentas pendientes con el comitente (prestamos en metálico y en especie).  Según detalla doña Catalina de la Jara aún le debían varias cantidades: 94 fanegas de trigo y 36 de cebada, junto a 200 ducados prestados para la adquisición del oficio de regidor de Luis de Bocanegra. Igualmente señalaba dicha señora que le debían al finado 2 arrobas de lana, 20 ducados en metálico y el costo de varias labores agrícolas realizadas con yeguas de su difunto esposo.

   En 1601 Marco Gutiérrez interpuso una demanda a los herederos de Francisco Arredondo, padre de don Pedro. Para evitar un pleito se le pagó la cantidad estipulada, aportando Catalina 7 ducados y 34 reales. Igualmente contaban con otra demanda del convento de San Francisco sobre una memoria impuesta sobre unas tierras que tenía arrendadas Blas de Molina en la acequia de Pachán.

    Doña Catalina falleció unos años más tarde que su esposo, otorgando testamento el 1 de septiembre de 1623. A Estefanía de Sola, hija de Bernal y Susana de la Jara, doncella que se había criado en casa de sus padres, le legaba, si se casaba antes de que ella falleciese, distintas piezas de vestuario sin estrenar (saya de bayeta de Flandes, saya de bayeta ordinaria…). Si dicha dama llegaba a fallecer el ajuar debía pasar a su madre o a alguna de sus hermanas.

    A Tomás y Juan de la Jara, sus sobrinos, hijos de su hermano Tomás, les legaba 100 ducados a cada uno si se casaban. De no contraer matrimonio dicho caudal había de volver a sus herederos. Su heredera universal era su sobrina Juana Mejía, hija de su hermana Juana de la Jara y de Antonio Fernández Mejía, natural de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).

La construcción de la capilla de la Encarnación, en la Iglesia de Santiago                                 

    El 20 de mayo de 1602 el licenciado Alonso de Yegros, provisor de la Abadía, cedía el solar para la construcción de la capilla de los Arredondo con la condición de pagar una renta anual de 5 ducados para su mantenimiento (pan, vino, cera, servicio de la capellanía…). Por la documentación localizada deducimos que fue la primera capilla en levantarse en la nave del evangelio del templo parroquial de Santiago.

Iglesia de Santiago, Baza. Fotografía de Turismo Granada

    Estamos ante una construcción de planta cuadrada comunicada con la nave principal y con las capillas laterales por arcos de medio punto. Sobre sencillos pilares arranca el elemento más notable, su bella cúpula, cuya traza, en líneas generales, responde a esquemas clasicistas que estaban implantándose en la ciudad y poblaciones más o menos cercanas como Huéscar[4], tipología caracterizada por la utilización de anillos moldurados desde dónde arrancaban cubiertas con diseño geométrico en las que fue habitual una interpretación de la típica cúpula “romana” de casetones.

Cúpula de la capilla de la Encarnación, en la Iglesia de Santiago de Baza. Fotografía de los autores del artículo

Arranca la cúpula sobre cuatro veneras apoyadas en ménsulas de variado formato. Dos de ellas presentan dobles volutas en forma de “eses” estriadas unidas en su parte inferior, desde donde brotan sendas plumas, referencia de la arquitectura renacentista. Quedan rematadas, en la parte superior, por un ábaco sin tallar[1]. Las otras dos presentan un formato distinto, asemejándose a una especie de antorcha.

Sobre la veneras un anillo moldurado y sobre éste una montea decorada por siete filas de casetones concéntricos que van decreciendo en tamaño a medida que se aproximan al centro, siendo los casetones de la primera hilada de mayor tamaño que las restantes. En el centro un circulo plano. Esta cúpula fue decorada con pinturas, habiendo sido tapadas tras su probable deterioro y el paso de los años.

   Ménsulas. Fotografía de los autores del artículo

La terminación de la estructura arquitectónica no significaba que la capilla estuviese acabada. Cuando los maestros de cantería, y/o albañilería, finalizaban su labor, entraban a trabajar los pintores. La pintura solía comenzar inmediatamente después de terminar las obras, convirtiéndose dicha intervención en un complemento habitual en este periodo, aportando una apariencia más clásica a las fábricas mediante la imitación de acabados arquitectónicos ficticios que evocaban la Antigüedad, dignificando las construcciones de materiales pobres, simulando otros más nobles. Las cubiertas solían convertirse en el lugar predilecto para desarrollar programas decorativos e iconográficos[1].


[1]. En este sentido, recordamos la capilla que ha sobrevivido del convento de Santo Domingo de Huéscar con bóveda similar policromada (tapada con pintura blanca en la última intervención).

Anillo moldurado sobre el que se apoya la cúpula.
Fotografía de los autores del artículo

 El 13 de abril de 1608 Pedro Arredondo, y su hermano Diego, encargaban la pintura de las pechinas aveneradas y de toda la cúpula, con el pintor granadino Simón Martínez, artista asentado en nuestra ciudad[1]. Por dicha obra se le pagarían 24 ducados, corriendo de parte de los comitentes los andamios. Los trabajos debían estar acabados en dos meses. Se le aportarían 6 ducados en el momento de realizar la contrata para que el pintor pudiese comprar, a partir de la rúbrica, los pigmentos necesarios. Los 18 ducados restantes se aportarían una vez finalizadas las obras[2]. Dicha intervención pictórica posiblemente se conserve (en parte o de forma íntegra) bajo varias capas de cal.

     El acabado cromático de los elementos decorativos de las pechinas, del anillo y de la cúpula debió aportar a la cubierta un aspecto colorista y luminoso en consonancia con la armadura policromada de la cercana capilla mayor y con la cúpula de la anexa capilla de los Plaza. La utilización de diferentes colores debió remarcar las partes más importantes, contribuyendo a crear la sensación de movimiento en cuanto a elementos de sustentación y cubrición. La policromía debió resaltar el esquema geométrico de la cúpula, dando la impresión de permanecer suspendida en el aire, como si careciese de peso, hecho que no podemos apreciar por estar oculta bajo distintas capas de pintura.

El tracista

    Hoy en día desconocemos de quién fue la elección de la tipología de cúpula con decoración a base de casetones, una disposición clasicista. Ignoramos quien tuvo más peso a la hora de escoger el diseño, si los comitentes o el tracista. Ante el vacío documental se hace necesario proceder al método formal de análisis estilístico comparativo para rastrear la pista sobre la génesis del proyecto y establecer posibles atribuciones.

    Si tenemos en cuenta la ascendencia de los linajes de los comitentes, y el entorno de sus orígenes familiares, señalar que esta solución arquitectónica está presente en las capillas funerarias más relevantes de la comarca de la Loma, en la provincia giennense, dónde encontramos a Úbeda, ciudad de procedencia de los Arredondo, el linaje del patrocinador. Nos referimos a la capilla mayor del Salvador de dicha ciudad y a la derruida capilla de los Benavides en el convento de San Francisco de Baeza. Igualmente fue la tipología escogida en las capillas del templo conventual de Santo Domingo de Huéscar, dónde tenían su panteón los Jara, linaje de la esposa del comitente.

   Siguiendo a la profesora Lázaro señalar que el diseño nos introduce en una tipología en la que conviene detenernos por la singularidad de la traza y la escasísima frecuencia en la provincia de Granada. El modelo puesto en práctica tiene su fuente inspiradora en las bóvedas renacentistas de diseño geométrico, compartimentadas en casetones, desarrolladas tanto en los reinos de Jaén y Murcia como en Toledo, tipología codificada en el tratado “Las bóvedas por cruceros” de Alonso de Vandelvira, obra publicada en 1591.

    En el círculo giennense destacar, además de las obras comentadas, la cabecera del convento dominico de La Guardia, traza de Andrés de Vandelvira. En el limítrofe reino murciano señalar obras en Lorca, Jumilla, Orihuela y Caravaca. Este modelo tuvo una escasa repercusión en el Reino de Granada, con la capilla mayor de San Gabriel de Loja, la cabecera de la iglesia de San Miguel de Guadix y las conservadas en Huéscar, las de la capilla mayor y crucero de Santa María y las de las capillas laterales del templo conventual de Santo Domingo, levantadas estas últimas a partir de 1583, iglesia dónde se encontraba el panteón familiar de los Jara[1].     Cómo afirma la historiadora Lázaro un eco o su correspondencia gemela en Baza se encuentra en la cúpula de la escalera del convento de la Merced (1624), estableciendo semejanzas entre ambas obras, apuntando que podrían obedecer a un mismo tracista, a Alonso de Medina, quien diseñó la segunda, obra muy similar a la primera, con ligeras modificaciones[2]. Como señala dicha especialista si se tiene en cuenta el diseño firmado para la cúpula de la escalera mercedaria y se compara con la que estamos describiendo se comprueba cómo el trazado avenerado de las pechinas, suprimido del diseño original en la Merced, está presente en la bóveda parroquial, dónde se plantea la reducción del anillo, eliminando el entablamento clásico de orden dórico presente en la


[1]. LAGUNA RECHE, J. D., “La construcción del convento e iglesia de Santo Domingo de la ciudad de Huéscar (Granada)”. Boletín del Centro de Estudios Pedro Suarez: Estudios sobre la comarca de Guadix, Baza y Huéscar, 18 (2005), pp. 21-46-36. Se trataba de la capilla San Cosme y San Damián de la familia Jara. La construcción, que tenía que seguir el modelo de las demás capillas, debería quedar finalizada en el plazo de un año a partir del otorgamiento de la escritura (2-1-1584) con el albañil Francisco González. De todas las capillas levantadas tan sólo queda una en pie.

[2]. LÁZARO DAMAS, M.S., ”Una traza de Alonso de Medina para la escalera del monasterio de la Merced de Baza”. Boletín del Centro de Estudios Pedro Suarez: Estudios sobre la comarca de Guadix, Baza y Huéscar, 17 (2004), pp. 77-93.


[1]. LÁZARO DAMAS, M.S., “La expresión arquitectónica del poder municipal: las casas del cabildo de Baza”. Péndulo, 9 (2008), p. 146. En 1610 Simón Martínez realizará las pinturas de la cámara del cabildo.

[2]. APG. Baza, Pedro J. de Pineda, 1608, ff. 145-145v.


[1].  Esa es nuestra apreciación.


[1]. TRISTÁN GARCÍA, F., “Las actividades ganaderas de la Tierra de Baza en la primera mitad del siglo XVI a través de las ordenanzas municipales. Herbajes, trashumantes y estantes: la ganadería en la Península Ibérica (épocas medieval y moderna)”. Almería, 2002, p.185.

[2]. APG. Baza, Juan de Zaraín, 1623-1625, ff. 309-319. Testamento de Catalina de la Jara. La dote se realizó el 28 de septiembre de 1575.

[3]. APG. Baza, Pedro J.de Pineda, 1616, ff. 694-707. Inventario de Pedro de la Plaza.

[4]. Destacamos las capillas laterales de la iglesia conventual de Santo Domingo de dicha ciudad.. La única conservada hoy en día presenta dicho formato, teniendo el anillo moldurado con un friso dórico (triglifos y metopas con cabezas aladas).

….

Texto del artículo completo:

Segura Ferrer, J.M. y Valero Segura, C. «La capilla y las casas de los Arredondo en Baza». Péndulo. Papeles de Bastitania, 21, (2020), pp. 237-362.

Revista Péndulo:

https://www.revistadelectio.es/2022/12/16/pendulo-papeles-de-bastitania/

Autores:

Juan Manuel Segura Ferrer. Perfil en la Revista De Lectio.

César Valero Segura. Perfil en la Revista De Lectio.

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