Argonautas del aprendizaje

Mercedes LAGUNA GONZÁLEZ

Capítulo 1

De estudiar de memoria a aprender investigando

¿Y qué serán -y quiénes serían- los “argonautas”? ¿Y cómo será eso del aprendizaje en unas aulas como las nuestras llenas de desmotivación y distracciones? Y digo “desmotivación” en singular, con su sustantivación abstracta a cuestas, y me refiero a las distracciones en plural, porque, aunque también procede de la acción de un verbo, y el nombre resulta abstracto, las “distracciones” son múltiples y variadas, muchas de ellas bastante concretas.

Continuamos, ya que el inicio ha quedado como un comentario lingüístico tratando de asuntos educativos (también sociales y psicológicos), con el foco puesto en las palabras. “Des-motivar” y “dis-traer”2: dos palabras derivadas de verbos, en donde la acción positiva se ha convertido en la acción contraria al añadir un morfema derivativo prefijo que significa oposición, o, si queremos, “romper lo hecho”.

Motivar es otorgar motivos. Dice el Diccionario de la Real Academia que “motivo” como adjetivo significa “que mueve o tiene eficacia o virtud para mover”. Y, como sustantivo, “la causa o la razón que mueve para algo. Así, “motivar es dar causa o motivo para algo”. Dar o explicar la razón o motivo que se ha tenido para hacer algo. Influir en el ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo. Estimular a alguien o despertar su interés”. (RAE). Por tanto, para los docentes, motivar tendría que significar “dar razones” para aprender. Es verdad que tendrían que venir de casa “motivados”, como deberían venir tras haber desayunado bien, y después de un largo y reparador sueño.

Ciertamente, es “des-motivante” para los profesionales de la educación “clamar” en el desierto, sentir que los alumnos y alumnas están lejos, distantes, aunque a veces te miren, y aunque callen. Es una travesía difícil y complicada para los profesores el tener que enseñar contenidos y la necesidad urgente de enseñar a aprender. Es nuestra búsqueda, incansable, del vellocino de oro, a pesar de que casi nadie se da cuenta de que somos Jasón comandando en medio de inclemencias y peligros, ni de que hemos encargado al propio Argos que nos construya la nave. Los obstáculos mayores para la navegación son las “distracciones”, como decíamos al comienzo; ocasionan que el barco apenas se mueva (y en el peor de los casos, incluso, que sucumba en una tempestad).

Ya que estamos en el Argos, busquemos el vellocino de oro, y tratemos de quitar el prefijo dis- a la acción de traer y atraer. Cómo atraer hacia el esfuerzo que supone atender, practicar, aprender a hacer, comprender contenidos y aprender a ser. “Distraer” es “apartar la atención de alguien del objeto a que la aplicaba o a que debía aplicarla” (RAE). Aún más plástico es el significado del sustantivo, derivado ya en latín: distractio, -ōnis, que significaba ‘separación’. Y, en español, decimos que “una distracción” es algo que “atrae la atención apartándola de aquello a que está aplicada”.

Todo indica, pues, que es preciso en las aulas llenas de adolescentes, a veces apáticos y dispersos, fomentar la atención activa y, para eso, el vellocino de oro que se busca en esta nave es el método de la investigación motivadora y atrayente, y, en consecuencia, para los docentes, significa la búsqueda de cómo les enseñamos a investigar, con rigor, también con entusiasmo.

Acciones requeridas: ir a las fuentes, citarlas de forma correcta, respetando la autoría. Habrá que saber primero cuáles son las fuentes adecuadas para buscar la información, antes de la tarea minuciosa de clasificar, organizar, procesar. La primera tarea del docente que quiere enseñar a investigar es pautar de la manera más precisa posible el proceso de la investigación. Elaborar una buena guía.

La biblioteca escolar, en su faceta múltiple de espacio físico y de espacios virtuales ofertados, posee un papel privilegiado es este proceso de aprendizaje: un camino de ida y vuelta. Es altamente conveniente diseñar actividades que conduzcan a nuestros alumnos a conocer el uso y las posibilidades de la biblioteca, que tengan como principal método y objetivo la investigación, enmarcada dentro del currículo. Que desarrollen los currículos de las distintas materias, de manera aislada, o, preferiblemente, conectadas -o abiertas- de forma interdisciplinar. Será aún más eficaz para los resultados del aprendizaje si estas actividades se transforman en Unidades Didácticas Integradas que contemplen todos los elementos del currículum: objetivos, contenidos, competencias clave, ejes transversales, metodología, evaluación.

Una clase en la bilbioteca. IES P. Jiménez Montoya. Baza

Capítulo 2

Para llegar a la Cólquida, como argonautas, y saber buscar el tesoro esperado

«La investigación fortalece la voluntad y agudiza el ingenio; requiere sujetos que activen su paciencia y sean sistemáticos, y no admite agentes que buscan la inmediatez de unos resultados que no han sido contrastados» (Laguna, 2012)1.

La capacidad de ordenar contenidos y conceptos

Una herramienta clave, que se ha adquirir y que se desarrolla con el uso, es la capacidad de ordenar las cosas, especialmente las abstractas. El docente tiene la tarea de guiar al alumnado para que en su mente asimile y reconstruya los conceptos que son útiles para ordenar los hechos y los datos, los elementos particulares que se presentan ante nosotros. Los conceptos que ayudan a ordenar la información obtenida son en la mayoría de los casos aquellos que han demostrado ser útiles en otras ocasiones para el mismo sujeto y los que ya han demostrado ser útiles para otras personas.

Reflexionar sobre la educación es función de los teóricos del aprendizaje: pedagogos y psicólogos; la reflexión sobre la práctica -y a partir de la investigación en la acción- interesa a los profesionales que trabajan en la enseñanza primaria y secundaria, pero también, cada vez más, al  profesorado que desarrolla su docencia en la universidad.

Las bibliotecas -como acerbo del saber puesto por escrito (o recogido bajo distintos soportes)- tienen un papel decisivo en esta reflexión; por eso, se hace necesaria una profundización teórica sobre el papel de las bibliotecas -entendidas en sentido amplio-, una teoría sobre la práctica, a la que podríamos llamar “reflexión sobre del quehacer bibliotecario”.

Para presentar las razones, diremos, en primer lugar, que esta profundización teórica que proponemos consiste en una investigación interdisciplinar, y que no se puede dejar únicamente para los estudios estadísticos, sociológicos, psicológicos o propiamente pedagógicos, considerados de manera aislada. Estas ramas del saber se enlazan en la práctica y están al servicio de la educación; se necesitan mutuamente para completar la amplitud de sus análisis, sus causas, sus métodos, sus consecuencias. Los teóricos de las disciplinas ligadas con la educación tendrían que abordar la cuestión de la teoría del conocimiento de manera interdisciplinar. Esta teoría que analiza cómo aprehendemos la realidad y sus conexiones, la historia y las artes, conecta con la enseñanza reglada claramente y con el aprendizaje continuo a lo largo de la vida.

Exposiciones para la lectura y la invetigación. Cervantes

La segunda razón es que los profesionales de la educación, especialmente los que trabajan desde el marco de las bibliotecas, han de tener como principal objetivo enseñar a leer, a comprender, a interpretar, y, al mismo tiempo, enseñar a investigar. Es preciso saber en qué consisten estas acciones fundamentales, las ramificaciones que las amplían y con las que se conectan entre ellas (Laguna, 2012):

“La investigación  -bien preparada y dirigida, por parte del profesorado, adecuadamente asumida como tarea por el alumnado- lleva implícita una posibilidad que funciona como meta atrayente: el germen de lo que los filósofos de la ciencia llaman el momento del descubrimiento. La posibilidad de construir conocimiento y construir cultura. Algo bastante diferente a la asimilación memorística y a la devolución de copia y pega que suponen las pruebas de evaluación tradicionales. Las clases se convierten de esta manera en talleres en donde se aprende a aprender en equipo, mientras se investiga y se comunican los resultados de la investigación”2.

La vía larga de la investigación

Hemos de reflexionar también sobre la práctica. Pensemos ahora lo que supone en la práctica actual de nuestros estudiantes – y también, en algunas ocasiones, nuestra práctica como docentes- la vía -larga- de la investigación.

Aprender a investigar, y el proceso de la investigación en sí mismo, es un proceso largo, que no tiene nada de “automático”, como sí lo es la práctica de buscar sin criterio, y, sin criterio ni ética profesional, “copiar y pegar” (Laguna, 2015):

Los psicólogos y los sociólogos nos advierten: el mundo es de los que saben tener paciencia y esperar, de los que no se dejan arrastrar por la recompensa inmediata, sino que piensan en el futuro a la hora de decidir; su acción maneja los beneficios que traerá el futuro (más o menos lejano). […] “La areté de Aristóteles, con su justo medio, sabe a poco en una cultura –o contexto- (si no queremos ser alarmistas) en donde la urgencia de inmediatez prima; todo se quiere conseguir precipitadamente sin el sosiego y la esperanza del que ha sembrado, cuida y aguarda su cosecha«3.

Investigar deprisa, y hacerlo con falta de rigor, no es investigar. En el año 2011, en una entrevista que me hicieron para un diario de Granada, simplifiqué (y como todas las simplificaciones hacen, tal vez reduje la verdad) el modo en que muchos estudiantes hacían sus trabajos de investigación. Dije entonces, en la conversación con la periodista, una frase que creí que se iba a quedar en el tintero (un comentario fugaz, como un punto de color irónico), pero se convirtió -a mi pesar- en el titular de la entrevista: “Los jóvenes creen que investigar es buscar una palabra en Google”. ¡La que se armó en las redes sociales! (las que se movían entonces). Realmente resultó polémica la frase, especialmente porque la mayoría solo se quedó en el titular y no profundizó más. Por entonces escribí una entrada en el Blog “La ínsula creada” (“De la información al conocimiento”) para replantear estas cuestiones en su justa medida.  En el contexto de la entrevista había dicho “Los jóvenes necesitan que se les oriente, que se les proporcionen unas claves para su búsqueda […] Habrá que enseñarles cómo se elabora una ficha de investigación, cómo se discrimina la información, cómo se procesa. Con el fin de adquirir una metodología de trabajo».

Las actuaciones concretas en la práctica del proceso de la enseñanza han de crear las condiciones para centrarse y atender en las situaciones de aprendizaje que se nos proponen o nos proponemos; concentrarse y tender al objetivo final que nos hemos propuesto como meta. Es decir, hasta que la voluntad no se pone a actuar no hay verdadero aprendizaje.

Habremos de poner nuestra voluntad -con todos los elementos de la vida mental y afectiva- en el empeño. Entonces, cuando estemos atentos de manera integral -intelecto y voluntad-, porque hayamos encontrado un contexto adecuado, motivador, de aprendizaje, entonces la luz del conocimiento nos proporcionará el don de la creatividad, tanto para leer e interpretar, como para escribir y comunicar.

Continuación del artículo

Notas y Referencias

1 Laguna González, M. (2012). La investigación: en el eje motivador de un currículo integrado. Textos. Didáctica de la Lengua y de la Literatura (Núm. 059), p.21. 

Laguna González, M. (2012). La investigación: en el eje motivador de un currículo integrado. Textos. Didáctica de la Lengua y de la Literatura (Núm. 059), pp. 19 – 31.

Laguna, M. (2015). La mirada de los ojos del otro. La lección de la literatura. En Ibáñez-Martín, J. A. y Fuentes, J.L. (Coord.). Aprendizaje Ético-Cívico en Entornos Virtuales. Simposio Internacional de Filosofía de la Educación. Madrid: Bilbioteca OnlineSL. 
 

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