Mari Carmen Bautista Soria

Siempre recuerdo a doña Paquita llegando al colegio del Natalio Rivas vestida con su traje de chaqueta y su bolso en el brazo, y la mayoría de las veces cargada de carpetas.

Con su mirada concentrada, como pensando en mil cosas; sin embargo, sin que nunca se le escapase nada de lo que ocurría en su colegio y a sus alumnas.

Conocía a todas por su nombre o el de su familia.

Su gran amor por los libros y la lectura lo intentó transmitir (y lo consiguió en mi caso) de todas las formas posibles. Recuerdo que como premio en Navidad, en el concurso de dibujo, para todos los ganadores siempre había un libro. (Yo en alguna ocasión pude recibir uno, y fue un momento mágico).

Estaba deseando que llegasen los viernes para subir a la biblioteca para recoger primero cuentos y después libros, para leer el fin de semana.

Me impresionaba entrar en la biblioteca y ver tantos libros juntos. No sé si a mí me lo parecía o que realmente era una biblioteca bien dotada para un colegio de esa época. Y el mérito era indudablemente del amor a los libros de aquella mujer inteligente que deseaba hacer de sus alumnas mujeres cultas y formadas y con una proyección profesional. Y que mejor forma de llevarlo a cabo que abriendo nuestras mentes a través de los libros y la educación.

Recuerdo que, cuando se jubiló, quiso hacer un regalo a sus alumnos. Dio un ticket a cada uno con una cantidad que no recuerdo exactamente, para descontarlo en la compra de un libro de una feria del libro que se iba a celebrar. Por supuesto, el mejor regalo del mundo.

Creo que allá donde esté debe sentirse orgullosa porque consiguió inculcar el gusanillo de la lectura a muchas de sus alumnas.

Gracias Doña Paquita.

Mª Carmen Bautista Soria[1]


[1] BAUTISTA SORIA, C. “Amor por los libros y la lectura. Recuerdo de doña Paquita”. Revista De Lectio, (2020), 6, pp. 25.

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Un comentario

  1. Yo tuve el honor de ser su alumno el año de su jubilación. Y recuerdo lo del vale para la feria del libro, fueron 100 pesetas, (60 centimos de euro). Doña Paquita no solo predicaba, que lo hacía muy bien, si no que, hasta el mismo día de la jubilación «dio trigo».

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