Por José Antonio Zaragoza González

Infancia y estudios en Huéscar

En una mañana de un 3 de marzo, llegaba al mundo una linda niña a la que llamaron Antonia González González; hija de Felisa y Andrés, era la menor de siete hermanos, por lo que cariñosamente la llamaban “Chica”.

En aquellos años, se vivía una situación de posguerra en la que la escasez era patente en muchas familias y, siendo la suya una de ellas, le tocó trabajar desde pequeña, al igual que a sus hermanos, para apoyar el negocio de fabricación de yeso que habían emprendido sus progenitores.

Sus primeros años los pasó junto a sus padres. Su madre, Felisa, le enseñó en el oficio y su padre, Andrés, era quien más la consentía. En verano, “Papa Andrés” (así era como lo llamaban) la llevaba al cine junto con su hermana Rosario, y recuerda alegremente cómo, al llegar a la cuesta del Paseo, les decía a sus amigos que iba a “pasear el ganao”.

Más tarde, empezó sus estudios de primaria en el colegio Natalio Rivas de Huéscar, en el que solo estudiaban niñas. La ley sobre Educación Primaria de 1945 establecía la separación de sexos, así como el adoctrinamiento en el pensamiento nacional-católico. Sin embargo, recibió una buena educación por parte de las maestras que estaban en el colegio, y conserva muy buenos recuerdos de aquella época, como los que cuenta en el texto que presentamos más adelante.

Una vez obtenido el Certificado de Estudios Primarios, cursó también los estudios de corte y confección en la Escuela de Artes y Oficios de Huéscar.

El trabajo de la mujer en una casa de pequeños emigrantes emprendedores

“Amasábamos cada 15 días en el horno del Calenes, en la calle Santiago y cuando cerró, bajábamos a amasar a las cuevas al horno del Caricas. Teníamos que subir un cántaro de agua y un cubo, para que otro día la persona que fuese al horno tuviera agua para amasar: no tenían agua potable.

Los fines de semana nos íbamos Rosario y yo a lavar a la fuente el Gitanal con una carretilla, o bien nos llevaba Jesús o Andrés a lavar a Fuencaliente.

Otra veces íbamos a Parpacén. Lavábamos allí las sábanas, las tendíamos en los juncos y las regábamos. Se quedaban muy blancas. En la primavera, lavábamos en Parpacén la lana de los colchones.

Se hacían dos matanzas al año, una para san Andrés y otra en febrero. Se engordaban 12 cerdos todos los años. Unos 9 o 10 se los llevaba Pedro Chillón,  el marido de Carmen Puentes, la hermana de Mercedes Puentes Gómez.

Íbamos a coger rastrojo dos veces en semana para que tuvieran cama limpia los cerdos”.

Antonia González G.

El Servicio Social y el trabajo en Mallorca

En el año 1972, cumplió el Servicio Social que debían prestar aquellas mujeres que pretendiesen acceder al mundo laboral, o simplemente obtener el carné de conducir; había que demostrar que se sabía llevar una casa. Durante seis meses, llevó a cabo la prestación en el comedor del Auxilio Social que se encontraba justo enfrente de la casa donde vivía su familia, en la calle Alhóndiga.

Poco después de hacer el Servicio Social, junto a su hermana Rosario, que era la que la precedía, emigraron un año para trabajar en un hotel de Palma de Mallorca, labor que consiguieron gracias a una tía suya que residía allí.

Antonia en el Auxilio Social

Con José Zaragoza Martínez

También, por aquellos años, “se puso novia” con mi padre, José Zaragoza Martínez, a quien ya conocía y que tenía la fama de persona muy trabajadora. El 26 de marzo de 1975 se casó con él, y al año siguiente nací yo. Mi hermano Miguel Ángel llegó 6 años después y mi hermano Carlos, otros 6 años más tarde.

Efectivamente, mi padre era una persona que trabajó mucho durante toda su vida, primero ayudando a sus padres, luego como albañil y después, cuando conoció a mi madre, como transportista de materiales de construcción. Este último oficio fue aprendido junto al padre de Antonia, así como con sus hermanos José María, Andrés y Jesús. Gracias a su afán por el trabajo, José Zaragoza consiguió ir aumentando su flota de camiones y máquinas y, junto a su hermano, siguieron creciendo en el ámbito del transporte, movimiento de tierras y fabricación de hormigón.

Antonia y Pepe Zaragoza en el parque de Huéscar, 1974.
José Antonio, Carlos y Miguel Ángel Zaragoza González

Sus labores: el trabajo interminable del ama de casa

Una vez observé en el DNI de mi madre que existía un apartado en el que se designaba la profesión: S/L (Sus Labores). “¿Y eso qué es?”, le pregunté. Ella me lo explicó: “Tu padre trabaja y yo no”, me dijo. Sin embargo, mi madre, además de organizar la casa, limpiarla, preparar desayunos, comidas, meriendas y cenas, atender a mi padre, a mí y a mis hermanos, cosía vestidos para las religiosas dominicas, ropa para muñecas de juguete y, por si fuera poco, cuidaba a su madre y a sus suegros impedidos por enfermedades derivadas de la diabetes. En estos últimos años ha estado al cuidado de su marido, impedido también por dicha enfermedad.

Al principio de los años 90, Antonia “La Chica” de la familia, obtuvo el carné de conducir animada por su sobrina Felisa Laguna con la que tenía una gran relación. Esto le proporcionó una gran independencia que le permite ir de un sitio para otro y disfrutar de los suyos visitando a sus hermanos, sobrinas y sobrinos lo que ha hecho ser una tía muy querida por todos ellos.

La familia de “Los Yeseros” es una gran familia muy bien avenida.

Los siete hermanos: Jesús, Andrés, Evangelina, José María, Josefa, Rosario Antonia González González, 1990

La familia de Antonia y José

La familia de Antonia González y Pepe Zaragoza: sus hijos, sus nueras y sus nietos, 2020
Alejandro y Marina Zaragoza Chillón, 2021. En la puerta de la casa de la calle Alhóndiga
Rubén y Aria Zaragoza Noguera, los hijos de Miguel Ángel y Azahara, 2021, en la antigua Plaza de Adentro (actual calle Alhóndiga)

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