Mª Dolores Iriarte Bustos

Mis recuerdos del Grupo Escolar Natalio Rivas (Mª Dolores Iriarte Bustos)

Después de haber estado un año en párvulos en el Colegio de las Monjas de la Consolación, entré con 6 años en el Colegio Natalio Rivas (se le decía el colegio de las Maestras), como no podía ser de otra manera, siendo mi madre partidaria y defensora de la enseñanza pública.

Al colegio entrábamos a las 10 de la mañana por una puerta pequeña que había al lado del Juzgado en la calle S. Cristóbal y que nos llevaba al patio. Solíamos llegar unos minutos antes e íbamos formando las filas, una por curso. A las 10 entraba mi madre, que era la directora, y entonces, enderezábamos las filas y rezábamos un Padre nuestro al Espíritu Santo para que iluminara nuestra mente y llenara nuestro corazones. Hablando con Ramona Gea Bautista me ha recordado la oración que decía mi madre y que ella aprendió bien: “Ven Espíritu Santo. Llena los corazones de tus fieles […]”.

Muchas veces hacíamos algunos ejercicios que hoy llamaríamos de estiramiento o aeróbicos al ritmo de alguna canción conocida, como la de Don Melitón, pues entonces no había en la escuela clase de gimnasia. Cuando terminábamos, salíamos del patio ordenadamente por filas, cada una de ellas en dirección a su clase. Era corriente que ese trayecto lo hiciésemos cantando, alguna canción que la Directora nos había indicado, como Asturias patria querida, Arroyo Claro, La virgen de Guadalupe … También en ocasiones cantábamos el himno nacional.

Cuando llegábamos a la clase, la maestra ya estaba allí y cada cual se sentaba en su pupitre y comenzaba a copiar en su pizarra, en el primer curso, y en su libreta en los demás, la tarea que la maestra ya había escrito en la pizarra: Varias cuentas y el enunciado de un problema que teníamos que copiar y hacer. Otra actividad diaria era la lectura en voz alta de una en una delante de la maestra y otras veces por grupos o leyendo alternativamente entre todas   un texto.

El recreo en el patio era una explosión de vitalidad. Se organizaban juegos de forma espontánea, muy frecuentes eran las ruedas en las que participábamos muchas niñas, algunas veces eran tantas que se hacían dos ruedas, una dentro de la otra, y girábamos al ritmo de canciones que sabíamos y aprendíamos sin darnos cuenta (“En medio de la plaza”, “El patio de mi casa”, “En Madrid hay un palacio …”). También se jugaba a las palmas, dos filas enfrentadas de niñas daban palmas y otra niña, que iba variando, se desplazaba saltando entre ellas al ritmo de canciones (“Ha salido el sol sin chispa de aire”, “Dónde están las llaves”, “Han puesto una librería” …). Saltar a la comba era otro juego que también tenía sus retahílas (“S O sopa de arroz”, “Una naranjita se pasea por la mesa del comedor”, “Al pasar la barca” …) El juego de la pelota también se practicaba de manera colectiva, formábamos una cola, la primera lanzaba la pelota contra la pared y luego la botaba en el suelo al ritmo de un soniquete que se repetía cada vez con más restricciones hasta que a la niña se le escapaba la pelota, entonces perdía y la pelota pasaba a la niña siguiente y ella se iba al final de la cola a esperar que le tocase de nuevo el turno. La rayuela era también un juego colectivo, también el dopin. Había otros juegos que se jugaban de dos en dos como el juego de los cromos y el de las piedras que se jugaban sentadas en el suelo.  Todos estos juegos, retahílas y canciones la aprendíamos en el patio por ósmosis, sin darnos cuenta.

Además en los cursos que estuve en el colegio, del 58-59 al 61-62, durante el recreo se nos ofrecía leche que la traían un par de niñas mayores en una olla grande y la repartían con un cucharón en las jarrillas de porcelana o vasos de aluminio que cada niña traía de su casa. Recuerdo que las niñas que la repartían te preguntaban: ¿La quieres con espuma o sin espuma? Esta leche la preparaban con leche en polvo americana y formaba parte de la ayuda alimentaria que los EE. UU. dieron a España en los años 50, quizá dentro del marco del acuerdo firmado para la instalación de bases militares en nuestro país.

      Después del recreo, volvíamos a clase y la maestra nos daba alguna breve explicación de Historia, Geografía o Ciencias y hacíamos algún dictado, copiábamos algún texto relativo o hacíamos algún dibujo. La clase se terminaba a la una.

Por la tarde, entrábamos a las tres, repasábamos o terminábamos algo de lo que habíamos estado haciendo por la mañana, pero la mayor parte del tiempo la dedicábamos a las labores, hacíamos pequeños manteles, bolsas para el pan, pañitos con vainica que la Directora se encargaba de dibujar y planificar y la maestra de supervisar. Mientras cosíamos cantábamos o la maestra nos leía o nos contaba algún episodio de la Historia Sagrada acorde con la fecha.

Unos minutos antes de salir venía Felipa, la mujer encargada del comedor, con un plato lleno de porciones de queso americano, una para cada niña, que lo comíamos sin pan y de buena gana, gracias a los EE. UU. y a Felipa. Este queso venía en unas latas cilíndricas de 20 de diámetro y unos 30 cm de altura, era un queso amarillo yema, denso y cremoso, ahora pienso que era de tipo Cheddar, que nos gustaba a todas mucho. Así que del colegio salíamos reconfortadas y sin cargas es decir, sin deberes, solo algún día la maestra te pedía escribir correctamente 10 veces aquellas palabras que en el dictado habías escrito con faltas de ortografía. […]

Actividades del colegio

El comedor

Se comenzó estando yo de alumna, debió ser en el curso 58-59 o 59-60. La mayoría de las niñas que se quedaban al comedor eran niñas que vivían en las cuevas o en cortijos para las que ir a comer a su casa y estar de vuelta a las tres les resultaba difícil. Con el comedor se aseguraba la asistencia por la tarde de todas estas niñas. Además al ser gratuito para ellas, el comedor era también una ayuda indirecta a sus familias, cuyos ingresos eran escasos y eventuales. El comedor estaba abierto a cualquier niña siempre que avisase y comprase un vale para la comida que si no recuerdo mal costaba 2 pesetas en aquellos años.

El menú era sencillo pero nutritivo; de primero, era un plato de cuchara y del que se podía repetir: cocido, potaje, olla y a veces, macarrones; de segundo, era algo de fiambre: embutido, sardinas en aceite, queso (algunas niñas se hacían un bocadillo con el bollo de pan que le daban en la comida y se lo llevaban para comérselo por la noche) ; el postre solía ser fruta: peros, naranjas era lo más corriente. Yo me quedé a comer en alguna ocasión, por gusto de comer con mis compañeras, y me gustó. Después de comer, si no llovía, las niñas volvíamos al patio donde continuábamos con los juegos del recreo hasta que eran las tres que se volvía a la clase.

La recogida de los platos la hacían las niñas mayores de las que se quedaban a comer que también ayudaban a Felipa a lavar los platos. A las tres Felipa se quedaba sola en la cocina, terminando de recoger y preparando el queso que cortaba en porciones y colocaba en platos para distribuirlo un poco antes de las 5 por las clases.

Excursiones, viajes de estudios

Cuando yo estaba en la escuela, una vez en el curso salíamos de excursión, todas las niñas y las maestras a algún paraje cercano al que íbamos andando y cada una con su merienda. Recuerdo haber ido a la Portilla, al Cigarral y a Parpacén. Las maestras se sentaban a la sombra de algún árbol y las niñas solo nos sentábamos a la hora de comer, el resto del tiempo lo pasábamos jugando, al escondite, al pilla-pilla, al parao, a la comba… en fin, iniciativas no faltaban. Las maestras charlaban relajadamente y no recuerdo ningún incidente que rompiera la tranquilidad de la jornada. Los días de excursión eran días de asueto al aire libre y de convivencia, creo que eran reconfortantes para todas.

En los años 70 comenzaron a hacerse viajes de estudio. Mi madre se encargaba de organizarlos en todos los aspectos: itinerario, alojamiento, transporte, financiación. Disfrutaba, planificándolos y también yéndose de viaje con las niñas de la escuela o con los niños y niñas de bachillerato.

Creo que conservamos una foto de un viaje con las niñas del colegio a Úbeda y Baeza, que tengo que localizar. Sí recuerdo, que en la primavera del año 75 mi madre organizó un viaje con las niñas de la escuela por Andalucía y llegaron a Málaga donde yo había comenzado ese curso a trabajar. Se hospedaron en una pensión cerca de la plaza de la Victoria y allí me encontré con ella. Me contó que por la mañana, después de visitar la catedral se fue con todas las chiquillas al Hotel Málaga Palacio, entonces el mejor de Málaga, a saludar a su prima hermana Paquita Portillo que era la propietaria del hotel,  que residía allí y que tuvo la ocurrencia y la generosidad de  enseñarles el hotel a aquellas niñas de su pueblo a las que invitó también a un refresco en la azotea del hotel desde donde pudieron disfrutar de una vista panorámica de la ciudad: el puerto, el parque, la alcazaba, la catedral… Para las niñas, esta visita a un hotel de una paisana suya, es posible que le impresionara tanto o más que la vista al puerto y a los monumentos históricos y por lo menos fue una anécdota que seguro que comentaron a su vuelta.

En el colegio también organizó alguna excursión a Águilas de ida y vuelta en un día para que las niñas conocieran el mar y pasaran unas horas en la playa.

Mi hermana recuerda un viaje que organizó también mi madre cuando ella estudiaba 4º de bachillerato en el curso 67/68 y en el que visitaron Madrid y Toledo.

Mi hermano recuerda otro viaje en el curso 69/70 organizado por mi madre con los niños y niñas de 4º de bachiller en el que también iba Don Mariano de Abajo, profesor de Física y Química, en el que visitaron Jaén, Córdoba, Sevilla, Málaga y Granada, él era pequeño y mi madre se lo llevó con ella.

Todos estos viajes los hacía y organizaba con mucho gusto y tuvo la suerte de que le fue siempre bien.

Comedias, teatro, villancicos

Algunos cursos hacíamos comedias que se representaban en el colegio y una vez recuerdo que las representamos en la plaza de toros, esto fue, lo recuerdo porque yo participé cuando estaba en tercer curso, al final del curso 60-61.

Ramona recuerda una comedia que representaron cuando su maestra era Doña Carmen Guerrero y que se llamaba “D. Juan Botija”.

En estas representaciones mi madre, como directora participaba en la organización y también proponiendo obras. Cuando se trataba de una comedia musical se implicaba directamente en los ensayos, como cuando se representó una obra que se llamaba “Las gallinas de la tía Marcela”. Recuerdo que las niñas que cantaban venían a mi casa a aprenderse las canciones con mi madre que las acompañaba al piano.

Algún año que para Navidad se organizó un certamen de Villancicos con todos los colegios mi madre se encargaba de ensayarlos con el coro.

Otras actividades

Con el cambio de la Ley de educación a algunas de las antiguas alumnas de la Colegio que tenían el Certificado de Estudios que se obtenía a los 12 años al final de la Enseñanza Primaria, se le planteó la necesidad de obtener el título de Graduado escolar que con la nueva ley se obtenía a los 14 años al final de la E.G.B. entonces,  para atender esta necesidad mi madre organizó unas clases para adultos  gratuitas y abiertas a todos los que deseasen prepararse el examen para obtener el Graduado Escolar, así que ella junto con otras maestras, no sé si también algún maestro, pusieron en marcha estas clases  en el Colegio Natalio Rivas donde se impartían de 6 a 8 de la tarde. Así que mi madre que había empezado sus clases a las 9 en el Instituto, después había continuado en el colegio y terminado de nuevo en el Instituto, cuando salía a las 6 se iba de nuevo al Colegio para las clases de adultos y cuando terminaba se iba a misa de 8 y a las 8:30 llegaba a casa. Mi tía Mercedes decía que mi madre era incansable y creo era verdad y la razón de su resistencia, creo que estaba en su determinación de desear el bien, en la fortaleza espiritual que todos los días imploraba junto con las niñas del Natalio Rivas.

Con la Implantación de la EGB y la enseñanza obligatoria hasta los 14 años, mi madre que como directora no tenía tarea docente en el colegio, asumió la enseñanza de las matemáticas en el segundo ciclo de EGB, pues las maestras se sintieron al principio un poco perdidas con la matemática moderna.

Biblioteca

Recuerdo sus inicios, que debió ser a mediados de los años 60, porque mi madre cuando venía a Granada a vernos uno de los recados que traía para hacer era ir a la librería a comprar libros. Trini Bautista Soria y su hermana Mari Carmen han dejado ya sus emocionantes recuerdos de la biblioteca y de su experiencia como lectoras.

Mª Dolores Iriarte Bustos[1]


[1] IRIARTE BUSTOS, D. “Recuerdos sobre el Grupo Escolar Natalio Rivas”, Revista De Lectio, nº 6, 2020, edición on-line.

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