Presentación en la Revista De Lectio

La capilla mayor y el crucero de la Iglesia de San Jerónimo de Baza

Un artículo de JUAN MANUEL SEGURA FERRER y CÉSAR VALERO SEGURA.

Publicado en la Revista Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada (2017):

SEGURA FERRER, J. M., VALERO SEGURA, C. (2017). La capilla mayor y el crucero de la iglesia de San Jerónimo de Baza. Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, 48: 51-71.

Resumen

La cabecera de la iglesia de San Jerónimo, obra destacada de la transición de la arquitectura tardogótica al Renacimiento en Andalucía Oriental, se levantó en el segundo lustro de la década de los años treinta del siglo XVI, tras el gran terremoto que sufrió la ciudad de Baza. Será en los siglos XVII y XVIII cuando finalice la construcción del templo tras el levanta­miento de su única nave, fachada principal y capillas laterales.

Iglesia de San Jerónimo. Baza

Introducción

Tras el terremoto de septiembre de 1531 la ciudad de Baza quedó asolada y la mayoría de sus iglesias parroquiales y conventuales en ruinas, incluida la del monasterio de San Jerónimo. El conjunto monacal debió quedar destruido por completo, tal y como indica una de las peticiones enviadas a la Corte (Olivera, 1995: 98).

Pasado el gran seísmo se desarrollará una febril actividad constructiva por toda la urbe, evidenciando un nuevo panorama artístico, más cercano al mundo del Renaci­miento, rastreable no solo en los testimonios conservados sino a través de los docu­mentos que han sobrevivido en distintos archivos. Durante dicho periodo la producción arquitectónica manifiesta una dualidad formal, mientras las estructuras continúan siendo de tradición gótica el nuevo estilo se deja sentir en lo decorativo y superficial. En los diferentes contratos de cantería y carpintería se observa una creciente adopción de programas renacientes y el manejo de algunos términos de una nueva terminolo­gía. Fruto de este período renovador es la capilla mayor y crucero de la iglesia de San Jerónimo, construcción de singular importancia en el contexto de la Historia del Arte bastetano y andaluz.

Fotografías de los autores

Conjunto palaciego y conventual

Los Enríquez-Luna, la familia más poderosa de la ciudad y del norte del Reino de Grana­da, prestaron una particular atención a Baza, el centro de asentamiento familiar desde el que gobernaban sus extensos señoríos granadinos y almerienses, población en la que se instalaron y fundaron un gran mayorazgo, urbe dónde levantaron un hospital y promovieron la fundación de tres importantes centros monacales, destacando el de San Jerónimo junto a su residencia palacial, lugar dónde ubicaron el panteón de los funda­dores. Desde finales de la Edad Media, siempre a partir de las formas ensayadas por la corona, la nobleza encontró en lo funerario un conjunto de manifestaciones propicias para proyectar la memoria del finado y reforzar la imagen del linaje.

El monasterio formaba parte de un proyecto más ambicioso que tenía como objeti­vo construir un conjunto palaciego y conventual anexo, emulando los idearios arqui­tectónicos ya implantados en destacados focos cortesanos. Como era habitual en las residencias de la alta nobleza, a imitación de la casa real, se estableció un pasadizo que comunicaba con una tribuna situada en el templo conventual desde donde los fundado­res visualizaban ampliamente el presbiterio y presenciaban los actos religiosos desde un lugar privilegiado.

Tipología funeraria

[……….] (Ver el contenido del artículo abajo).

Vista general de la cabecera

Fotografía de los autores

Visión general

El primer tercio del siglo XVI fue el escenario de un momento artístico marcado por unas tendencias arquitectónicas en las que se observa un diálogo entre los últimos cole­tazos del gótico y el incipiente repertorio decorativo renacentista basado en el mundo romano importado de Italia.

En 1525, pocos años antes de presentar las trazas de este templo, se publicaba en Toledo el tratado de arquitectura de Diego de Sagredo “Las Medidas de lo Romano”, libro que influyó en los cambios estilísticos de los artistas españoles. Los arquitectos de este periodo creerán estar haciendo obras “del romano” introduciendo molduras y columnas clásicas en edificios de espíritu fundamentalmente medieval. La idea de Antigüedad Clásica se había extendido más en los elementos decorativos que en las plantas y las cubiertas de los templos.

Esta tipología tardogótica, con decoración del nuevo estilo, debió encajar a la per­fección con la nueva imagen que pretendía dar la orden y la familia Enríquez, una ar­quitectura con pasado, con raíces pero renovada y esplendorosa, igual que su linaje, uno de los más importantes del sudeste español, enraizado directamente con las casas reales de Aragón y Castilla y con el papado, tras el enlace de una de las hijas del matrimonio fundador con el hijo del papa Alejandro VI.

Es el interior donde se producen las mayores novedades. Su traza refleja el interés del arquitecto por acercarse al mundo clásico a través de elementos constructivos y ornamentales “al romano” propios de este periodo de transición, destacando, en todo momento, por la utilización de una decoración delicada y comedida, en perfecta adap­tación a la construcción.

Capilla mayor

[……….] (Ver el contenido del artículo abajo).

Vista general de las bóvedas de la cabecera
Ménsulas

Fotografías de los autores

Crucero y capillas del crucero

[……….] (Ver el contenido del artículo abajo).

Crucero. Ventanas. Doble banda de casetones con rosetas

Fotografía de los autores

El tracista

[……….] (Ver el contenido del artículo abajo).

Fotografías de los autores

Conclusiones

Tras el análisis formal de los elementos constructivos y decorativos, y las comparacio­nes estilísticas realizadas, podemos afirmar que estamos ante una obra vinculada con la escuela castellana, apuntando nuestra hipótesis hacia Alonso de Covarrubias o a su círculo más inmediato. De esta opinión era el historiador Manuel Gómez Moreno, quién consideraba que el artífice de esta obra debió ser el mismo que trazó la iglesia colegial de Baza.

La planta, con cabecera poligonal, está dentro de la órbita de dicha escuela y fue una solución seguida, entre otros, por el maestro de Torrijos en muchas de sus obras levan­tadas entre los años veinte y cuarenta del siglo XVI, caso del convento de la Piedad de Guadalajara, obra con la que mantiene varios elementos en común.

La configuración de los pilares del crucero, con esbeltas pilastras y columnillas, igualmente es muy castellana. La idea de ubicar rosetas en relieve a lo largo del cajeado de las pilastras (como en el intradós de los cuatro arcos del crucero) es un recurso utili­zado en varios artífices de este reino en el primer tercio del siglo XVI, común en obras de Toledo y Guadalajara.

El arrancar los arcos, y nervios que configuran las bóvedas, directamente del capitel, y no de un entablamento sobre éste, es otro elemento que nos acerca a la escuela tole­dana y nos aleja de la granadina.

En cuanto a las bóvedas recurre a una tipología habitual en maestros asentados en la Castilla del tránsito del final del Gótico al primer Renacimiento, contando varios de los diseños utilizados (capilla mayor, brazos del crucero) como precedentes más evidentes los de las capillas absidiales, y naves laterales, de la catedral de Astorga (León), obra de Simón de Colonia.

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