Cartas desde la frontera

El 6 de noviembre de 1434, las tropas cris­tianas dirigidas por Rodrigo de Manrique, ca­ballero de la orden de Santiago -comendador de Segura-, conquistan Huéscar12. A finales de noviembre de 1434, escribió una carta al rey Juan II, relatando los acontecimientos: la interpretación -subjetiva, en parte- de los hechos, pero también una interpretación querida y compartida por la sociedad de la época y la situación de cosmovisión concreta.

En esta carta, recogida por Pedro Carrillo Huete en la Crónica del Halconero de Juan II, Manrique nos habla de las fuertes murallas, de la ronda por donde los vigilantes hacían la guardia, del castillo y fortaleza -del alcázar-, de las torres, de la ciudad por dentro, con sus calles. La misiva está escrita“sin los artificios literarios de los cronistas”.13

Don Rodrigo Manrique fue -del año 1434 al 1447- alcaide de Huéscar. Durante este tiempo, fue adquiriendo una hacienda con una serie de propiedades, que heredó después, en la reconquista definitiva de 1488, su nieto, Rodrigo de Manrique, comendador de Yeste y Taibilla. Entre esas propiedades, nos interesan dos: la casa que linda con la muralla, porque hacía las veces de residencia del castillo, y el cortijo de Torralba14.

Volvía así Huéscar al poderío de la Orden de Santiago, a la que ya perteneciera en el siglo XIII, y Rodrigo Manrique, que quedaba como alcaide de la villa cristiana, era recompensado por Juan II con la merced de trescientos vasallos15 solariegos de la tierra de Alcaraz y con un juro de heredad16 de veinte mil maravedíes.17.

Su hijo, el poeta Jorge Manrique, hizo perdurar a don Rodrigo también con la escritura, en las Coplas a la muerte de su padre (18) subraya su valía, dejándonos un conocimiento poético de don Rodrigo Manrique, en el sentido profundo y filosófico del adjetivo “poético”:

El humanismo prerrenacentista de Rodrigo Manrique

Es necesario destacar que estamos en el siglo XV, en la baja Edad Media, con un protagonista que es miembro de una Orden en la que se cruzan inextricablemente la acción militar y la intención

que había de ser el objetivo prioritario de los cristianos: propagar e imponer la fe en Cristo frente al invasor y enemigo de Jesucristo y de su Iglesia-. Era preciso reconquistar los territorios para la corona de Castilla, al servicio del rey (o de los reyes), se conseguía de ese modo fama, poder y bienes en esta tierra y un puesto de privilegio -también- en el cielo. De hecho, en cuanto se conquistó Huesca, en el Reino de Granada, la noticia fue conocida el 14 de enero de 1435 en Santiago de Compostela (lo proclamó el deán de Compostela ante sus decanos), y poco después en el mismo Concilio de Basilea, que estaba celebrándose durante esos años20.

Rodrigo de Manrique, conde de Paredes de Nava, comendador de Segura, compartía plenamente estos valores que caracterizaban el contexto del Reino de Castilla en el siglo XV. Sin embargo, hay muestras de un cierto humanismo prerrenacentista en sus acciones y sus actitudes en su tiempo de estancia -intermitente- en Huéscar. Nos situamos, en el mundo hispánico del siglo XV, en el marco de una mentalidad prerrenacentista, cultivada por ciertos personajes: hombres cultos, caballeros, nobles, que, de alguna manera, eran ilustrados:

El fenómeno del Humanismo fuera de Italia debe gran parte de su difusión a la capacidad que ejerció para despertar el afán de renovación entre las figuras de mayor fortuna e influencia social que giraban en torno a los ambientes cortesanos de la época. Esta pasión por las letras y la cultura en general se comprueba desde un punto de vista filosófico, lingüístico, histórico y desde cualquier otra parcela del conocimiento humano. Todo aquello que acabaría definiendo el cuerpo de los studia humanitatis, contribuyó a la consolidación de un determinado tipo humano, el del hombre culto, cortesano e ilustrado que desarrolla su existencia con el marco del Estado Moderno. Esta pasión, decíamos,

había empezado a materializarse cuando en Italia se produce un primer atisbo de una mentalidad que ya se puede considerar prerrenacentista.21

El comendador de la encomienda de Segura, Rodrigo de Manrique, era un hombre culto22, que mira como un escritor y que escribe como un lector acostumbrado a repasar las descripciones, a leer con atención las acciones de los otros, sus intenciones y su valía, así como las ideas y los argumentos de propios y adversarios.

Al repasar lo vivido -en el presente de la escritura-sabe que no puede detener la acción y dedicarse a la contemplación que supone el acto de escribir, pero envía a los capitanes de las tropas aliadas de Murcia un símbolo que comunica: un destilado de comunicación rápida y eficaz (estoy aquí, estoy vivo, soy yo, necesito ayuda).


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